Sobre el fuego que todos tenemos dentro para manifestar nuestro ser con creaciones tangibles que muestren al mundo nuestra presencia.
Creo para no desaparecer. Creo para encontrar una vida más feliz, creo para redimir la penuria de gastar mi tiempo en trabajos vacíos, esos que tienen como único propósito conseguir dinero y escudar los juicios sociales que encaras al no encajar en la imagen de un ciudadano productivo.

Entiendo que el éxito dominante de nuestra especie se debe a la exigencia narcisista de hacer más, conseguir más y crear más; todo objeto que crece debe sufrir de un quiebre estructural para encontrar nuevo espacio. La pregunta es en qué dirección deseas crecer, nuestro dolor como humanos explotados empieza en la mente y luego se materializa en el cuerpo como enfermedades terminales o crisis emocionales, la estructura que se debe romper, empieza y termina en la mente racional que implora la clasificación y comparación de lo poco que podemos percibir. Ahí deseo crear para crecer.
¿Qué interesa una vida poco vivida como la mía? Solo tengo mis limitadas perspectivas de las experiencias que he vivido, estas siempre procesadas por una reflexividad subjetiva ante mis propias observaciones. Son una conversación efectuada entre yo y mi pasado, ambos descifrando la sustancia de mi vida y la trascendencia de lo ordinario.